19 de enero de 2015, 23:55 h. Ataviado de cocinero en la puerta de mi sociedad espero con mis compañeros barriles que comience la izada y con ella cuatro horas de tamborrada por el centro de la ciudad. Estos minutos previos son entretenidos e inquietantes entre la emoción contenida por iniciar la fiesta y la charla y saludos con familiares, amigos y conocidos que se acercan a saludar, bromear y, este año, a practicar profusamente el “selfie”.
Uno de esos conocidos se me acerca y me dice (demostrando clarividencia): “¿qué, de tamborrada, eh?” No cabe más respuesta que la que le doy: sí, claro. Cambia de tema el conocido: “¿pero tú, no eras diabético?” Era, soy y seré le contesto. “Ya, ya”, me dice. Y se descuelga con la pregunta de la década: “¿y los diabéticos podéis salir en tamborradas?” Estoy a puntito de responder con algo del género “no sabía que a los tontos les dejaban salir a la calle pasadas las diez de la noche”; pero, por aquello de mantener el espíritu de la fiesta, el pensamiento positivo y evitar situaciones con alto nivel de estrés, me limito a sonreírle mientras recurro al infalible y multiusos encogimiento de hombros. Dan las doce y comienza la marcha de San Sebastián, que despeja la perturbadora presencia del conocido clarividente.
Comienzan las cuatro horas de recorridos que, entre marchas, dianas, retretas, polkas, bromas, veras y risas dan también para pensar.
¿Qué si podemos los diabéticos salir en tamborradas? ¡Pues claro que sí!
Además de participar en ella, he asistido a la cena previa con mis compañeros tambores y barriles. ¿Cuidados especiales? Básicamente los de siempre: vistazo al menú para ver por dónde viene la oleada de hidratos y/o grasa de la cena y, una vez detectada en los hojaldritos del surtido de pinchos, la salsa del tournedó y el postre, adopto “medidas de contención de daños”: prescindiré del pan, con lo que además no me empapuzaré echando barquitos a la salsa “Perigourdine” del tournedó (que tiene que estar de muerte, pero que es más saludable dejar, al menos en parte, en el plato). Del postre tamborrero que nos han preparado dejaré el helado que lo acompaña y los palillos de chocolate (afortunadamente nunca he sido chocolatero) pero no perdonaré el tiramisú que nos han disfrazado de tamborcito, que víspera de San Sebastián sólo hay una. A la ensalada de txangurro no se le pueden hacer objeciones. Con la bebida, la estrategia habitual: agua durante la cena, dos traguitos de cava para los brindis, y la esperanza de que a lo largo de la velada se presente la ocasión de disfrutar de un par de gin tonics. No va a ser la cena más saludable del año, pero un poquito de “contención preventiva de daños” le quita hierro.
Cuando llevo dos horas de tamborrada me vuelvo a acordar del conocido aquel. Y me entra la risa: ¡que si podemos salir en tamborradas! ¡Pero si llevo dos horas de ejercicio intenso, y me quedan otras dos!
Y es que esto de salir de tamborrada son cuatro horas en las que, diabéticos o no, hacemos tres tipos de ejercicio, a saber: a/ marcha normal, caminando a ritmo vivo, b/ marcha con intenso ejercicio aeróbico de las extremidades superiores, cuando además de caminar vamos tocando el tambor o el barril y c/ ejercicio aeróbico extremo de las extremidades superiores: cuando, sin marchar, tocamos todo el repertorio del maestro Sarriegui.
Así que, cuando vuelva a encontrarme con el elemento en cuestión tendré mucho gusto en explicarle que los diabéticos no solo podemos salir en tamborradas, sino que debería ser obligatorio: un servidor, en esas cuatro horas… ¡hace el ejercicio que recomienda la Organización Mundial de la Salud para toda una semana!
Juan Carlos Mendizabal
La diversión no cura pero ayuda a llevar la mochila que a cada uno nos ha tocado en suerte. Las personas con diabetes podemos ir de Tamborrada y muchas cosas más…
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¡Para un día que se te pasan las horas caminando sin darte cuenta! Ojalá todos los días hacer ejercicio fuera tan divertido y tan acompañado…
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Esta es la prueba de que la fiesta y las celebraciones son compatibles con el buen manejo de nuestras enfermedades. Quizá la tamborrada había que llevarla más allá de los límites de la ciudad. O en la próxima ocasión vamos allá hacer un ejercicio práctico.
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