Entre deseos, objetivos y propósitos (I)

«Tengo que hacer ésto». «Debería de cuidarme en lo otro». «Me han dicho otra vez que me vendría bien….» Muchas de las recomendaciones y hábitos que tenemos que adoptar para cuidar nuestra salud y mejorar en control de nuestra enfermedad suelen venir «empaquetadas» en frases como las anteriores. El problema es que las vemos como obligaciones y las obligaciones siempre van asociadas a dificultad por conseguirlas, sufrimiento, privación,sacrificio, etc….O al menos nuestro cerebro las interpreta como tal y hace que el camino hacia la mejora siempre comience con una larga y empinada cuesta .

Es por todo lo anterior que nuestros triunfos a la hora de adquirir hábitos saludables comienzan ya desde el primer momento que los pensamos: cómo hacer un objetivo deseable y cómo transformar un deseo. Incluso eso mismo podemos plantearlo como una especie de «juego mental» que lo haga más divertido.

El primer paso consiste en convertir nuestro objetivo en algo deseado y que nos incite a la acción. ¿Cómo hacemos eso? Bien, existen varias posibilidades. Lo más común suele ser apelar a la razón y a la ciencia. Se sabe y nos dicen que el caminar ayuda a controlar nuestra tensión arterial y nuestro nivel de azúcar en sangre, que ciertos ejercicios de flexibilidad previenen o disminuyen dolores articulares, que desde el mismo momento que dejamos de fumar disminuimos muchos de los riesgos que el tabaco trae asociados, o que tomar la medicación, aunque no notemos ningún efecto es beneficioso a corto o largo plazo para la enfermedad que tenemos. Hasta ahí digamos que es lo que sabemos todos. Es,por otra parte, lo que los médicos y enfermeras que nos atienden nos dice, y lo que todo el mundo nos recuerda. Apelar a la razón y a la argumentación es importante. Pero suele ser insuficiente.

Necesitamos, dicen los expertos, conectar esos mismos deseos con nuestras emociones para que la fuerza que nos impulsa a conseguirlos sea más intensa. Comentábamos en la entrada anterior la importancia de pararnos a pensar en nuestros comportamientos y en las causas que los provocan. Éste sería un buen momento para hacer algo parecido. Conectar nuestros deseos con sensaciones de bienestar. Y ¿qué podemos hacer? «Detenernos»  y disfrutar en esa sensación de mayor agilidad que  sentimos cuando hacemos ejercicio físico, disfrutar de los olores o de la sensación de «aire puro» al respirar cuando dejamos de fumar, recordar la alegría que sentimos cuando al bajar de peso volvemos a ponernos aquella prenda de vestir que antes nos quedaba pequeña. o, (Por qué no?) asociar el momento de tomar la medicación a un mensaje o un recordatorio que creemos para la ocasión y que nos recuerde los beneficios del gesto. Por ejemplo, «ahora tomo esta pastilla y aunque parezca que no, se que me está provocando este X beneficio.»

Así que para hacer un deseo atractivo podemos utilizar, entre otras cosas, estrategias que aportan  puntos de vista desde el razonamiento y desde lo psicológico y lo emocional. Lograr convertir un objetivo en algo apetecible, que nos incite a la acción y que nos provoque satisfacción el conseguirlo es un modo de acercarnos más a su consecución. Pero convertir un objetivo en un deseo y quedarnos allí es quedarnos en el páramo en el que duermen todos los buenos deseos. Por eso mismo hay que iniciar el camino de regreso desde el mundo de los deseos intangibles y nebulosos a la vida diaria y al mundo de las responsabilidades y las actitudes personales. Hablaremos de ello en la próxima entrada. Eso sí, llevando en la mochila nuestro objetivo convertido en nuestro deseo.

Iñaki Etxebarria

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