Entre deseos, objetivos, y propósitos (y III)

Hemos hablado estos días de que todos tenemos deseos de hacer las cosas mejor o de modo más conveniente, de los «me gustaría» y «debería». De como poder transformarlos en objetivos que nos inciten a conseguirlos, de vincularlos emocionalmente a los beneficios qu nos reportaría el alcanzarlos.  Comentamos también la importancia de responsabilizarnos con aquellas decisiones y conductas que nos aportan un beneficio en nuestra salud y en el control de nuestras enfermedades, responsabilizarnos con las decisiones que tomamos aunque nos resulten costosas.

Después de dos entradas teorizando sobre deseos y objetivos es el momento de pasar a la acción. En los talleres del programa paciente activo le damos mucha importancia a cómo plasmar aquello que queremos conseguir y que sabemos que nos va a  ayudar en el control de nuestra enfermedad en conductas concretas.

Uno de los aspectos claves es desmenuzar aquello que queremos conseguir en metas más pequeñas, en gestos o hábitos muy concretos y tangibles. Está bien querer perder 5 o 10 kilos de peso, o no abandonar la sal de las comidas, pero es una meta a largo plazo y nos tenemos que proponer alcanzar las conductas que nos lleve a ello. ¿Cambiar radicalmente nuestra forma de comer y hacer actividad física? Es una manera, hay quien lo consigue. Pero es probable que «arrastremos» un historial de intentos fallidos, de abandonos de intentos de cambio, etc… de tal modo que nuestra moral o nuestra confianza para intentarlo «una vez más» no sea lo suficientemente fuerte. Por lo tanto, probemos a escoger algo muy concreto, una conducta determinada: «voy a desayunar cereales y una pieza de fruta los lunes y miercoles», «saldré a caminar 20 minutos después de comer los lunes, martes y viernes», «los jueves me voy a meter a la cama a las 23:00 para dormir 7 horas», etc… Formulados así, parecen más accesibles que «voy a desayunar mejor», «voy a andar» o «quiero dormir más horas»

Desde el mismo momento en el que concretamos, nuestro cerebro se pone a trabajar, los deseos se transforman en objetivos. Además de esta manera contamos con un beneficio adicional: podemos determinar de un modo exacto cuando hemos alcanzado lo que nos hemos propuesto y cuando no. El planteamiento del objetivo es concreto, pero conviene dedicarle un par de minutos más a definirlo todavía más: en que momento del día, en que horario si hace falta, que necesitaremos para llevarlo a cabo, etc… y saber que sólo eso que nos hemos propuesto es lo que tenemos que hacer. No menos, pero tampoco más. Vincular el logro a emociones agradables y positivas es añadir motivación a la tarea, pero, insistimos, que el mero hecho de concretar facilita la tarea porque nuestra mente se activa para ello.

Hay una última cosa que hacemos cuando nos proponemos algo: valoramos la confianza que tenemos en lograrlo. Lo hacemos dándonos una nota, como si fuese una apuesta por nosotros mismos. Un pequeño gesto que aumenta mucho la probabilidad de alcanzar los propuesto. Porque igual no me veo capaz de «a partir de ahora no comer  más bollería para desayunar», pero es muy probable que si vea factible «los lunes desayunar una pieza de fruta y una taza de cereales» Alcanzar ese éxito tiene es un refuerzo positivo muy potente. Alcanzar lo propuesto es la forma mas eficaz de mantener y aumentar nuestra motivación.

¿Vamos a ello?

 

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