Hace ya algún tiempo…

Norman Cousins (disculpas por enlace a una página en otro idioma) fue un periodista norteamericano al que en 1964 le diagnosticaron espondilitis anquilosante. La espondilitis es una enfermedad inflamatoria que afecta fundamentalmente a la columna vertebral y cuyos síntomas principales son el dolor y la rigidez. Todo ello hace de la espondilitis una enfermedad incapacitante. En la época en la que Cousins padeció esa enfermedad poco se sabía de la misma. El tratamiento consistía en medicamentos analgésicos y antiinflamatorios a altas dosis y era considerada como una enfermedad fatal.

«Anatomía de una enfermedad» es un libro de apenas 120 páginas en el cual Cousins va describiendo su vivencia en aquella etapa de su vida. El libro fue escrito en 1979 y conviene situarlo en su contexto ya que ha perdido cierta vigencia con el paso del tiempo y muchos de sus aspectos médicos se han quedado obsoletos.El periodista norteamericano inició desde entonces un camino de investigación para conocer, (o corroborar sus creencias acerca de) el papel que juega el positivismo y las emociones en la curación de las enfermedades y abogaba siempre por no disociar mente y cuerpo a la hora de afrontar cualquier proceso de curación. Sus más conocidos «experimentos» estaban relacionados con el papel de la risa y las generación de buenas sensaciones en el proceso de sanación.

Pero no voy a hablar de ese, incluso hoy, polémico tema. Hay otro aspecto del libro que me ha parecido relevante. A lo largo de su lectura, el libro muestra como Cousins  va implicándose en el conocimiento y en el autocuidado de su salud y deja escritas algunas reflexiones que me gustaría compartir.Sobre todo las relacionadas con su relación con el médico que trataba su caso.

 

«Tenía la suerte de tener como médico a una persona que era capaz de ponerse en el lugar del paciente.»…»él se puso a mi nivel». Unas páginas más adelante dice: «Yo quería discutir algunas cavilaciones con el doctor Hitzig. Este me escucho atentamente cuando le hablé de mis especulaciones acerca de la causa de mi enfermedad….(…)  Le gustaba la idea de colaborar conjuntamente»

A lo largo de la lectura de esos párrafos es inevitable preguntarse por cómo sería la relación entre ese médico y ese paciente, cómo se construyó, cómo se estableció un trasfondo de respeto mutuo y de colaboración.  Cousins le llegaba a plantear soluciones no sólo desde el punto de vista emocional si no también desde el punto de vista clínico y de tratamiento después de un trabajo de investigación personal en la literatura cientifica. Soluciones que eran muchas veces transgresoras a la luz de los conocimientos de la época. ¿De qué manera se convirtieron en aliados? Es una pena que el libro no se detenga mucho en eso porque estoy seguro de que ese relato sería muy valioso.

Y quiero insistir en la relevancia del contexto. Es cierto que hablamos de una persona que por su trabajo  y formación nos invita a pensar que fue una personalidad inquieta y curiosa. Es cierto que se trata de una sociedad, la estadounidense, con valores sociales distintos a los nuestros. Pero también es cierto que hablamos de hace casi 4o años. Y genera sorpresa y estímulo leer palabras como éstas escritas entonces: «Hasta ese momento, había dejado que los doctores se preocuparan de mi afección. Pero ahora sentía la obligación de actuar. Me parecía evidente que si yo iba a ser ese caso entre quinientos (uno entre quinientos era la probabilidad que le dieron de que podía volver a tener una vida normal) , debía de hacer algo más que adoptar la actitud de un observador pasivo»

Caminamos sobre hombros de gigantes….

Iñaki Etxebarria

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