Empieza un nuevo día, el desayuno para todos, los niños, los abuelos, el trabajo, el trabajo de casa, los novietes de los niños, las extraescolares, las carreras. ESTOY HARTA. Hace un tiempo todo era más fácil.
A los niños los metía en la bañera, la ropa a la lavadora y se terminó el problema. Los llevaba debajo del brazo a donde me daba la gana y tan contentos todos. Los abuelos eran independientes, no me necesitaban. Al contrario, si surgía algún problema estaban ahí para ayudar. ¿Y las comidas? todo el mundo protesta y nadie apoya, aunque sólo sea dando ideas. Tengo la suerte de tener un trabajo multifunción. Cada día hago cosas diversas. Aun así, con el paso del tiempo, la monotonía se hace patente. Los roles domésticos están mal repartidos y aun teniendo ayuda, la mayor parte recae sobre mí. Cuando llega el fin de semana estoy agotada, solo pienso en descansar. Y el domingo por la tarde me siento, de nuevo, engañada. Vuelta a empezar y mas cansada que el viernes. ¿Os suena verdad?
Mi naturaleza no es pesimista. Sin ser una optimista nata, tiendo a buscar la parte buena a la vida y a las situaciones por las que me obliga a pasar, y a prender de ellas. Y es que vivimos en un mundo que nos lleva por un camino que rara vez tiene vuelta atrás.
¿O tal vez estoy en un error y sí hay vuelta atrás? ¿Es posible que pueda darle un enfoque diferente, que me haga ser más feliz y sentirme más satisfecha?
Desde hace un tiempo llegan a mis manos libros, artículos, videos, etc, que hablan de los engaños de la mente y sus consecuencias.
Definimos la mente como un conjunto de actividades psíquicas conscientes e inconscientes.
El cerebro recibe la información por medio de conexiones neuronales y rápidamente la analiza y responde. Es el encargado de mantener y regularlas funciones del cuerpo, pero también el órgano en el que reside la mente y la conciencia del ser humano.
Por lo que se puede decir que la mente seria una función más del cerebro encargada de organizar la conducta.
Mi cerebro me defiende de los peligros externos. Y para defenderme tiene incontables recursos que se han ido acumulando a través de las experiencias vividas. Cada vez que me enfrento a un nuevo reto, mi mente considera que me estoy enfrentando a un nuevo peligro e intenta alejarme de él por medio de los miedos. Miedo al fracaso, miedo al ridículo, a la vergüenza. Pero si siempre hago lo mismo, el resultado siempre será igual. Es necesario cambiar para obtener resultados diferentes. Y nuestra mente se resiste a cambiar.
Para entender mejor nuestra mente, es necesario entender una serie de conceptos:
Zona de confort, es lo conocido y cómodo. En esta zona se encuentran las habilidades adquiridas, los hábitos, las rutinas, actitudes los comportamientos. Incluso cuando es malo, si forma parte de la rutina estamos en la zona de confort.
Por ejemplo cada día soporto una caravana de una hora para llegar al trabajo, pero como es lo conocido no busco rutas alternativas y aunque proteste por ello sigo yendo por el mismo camino. O cuando discuto con mis hijos porque tienen la habitación desordenada, no le pongo solución y cada día tenemos la misma guerra. Estoy en mi zona de confort aunque no sea algo bueno y deseable.
En esta zona es donde se producen los engaños de la mente. Lo conocido es seguro. Aquí no existen peligros. Estoy a salvo. Sé, por experiencia, como actuar y cuáles van a ser las consecuencias de mis actos. Todo lo que es nuevo se rechaza inconscientemente. Hay mucha resistencia al cambio. Es mi mente que me defiende de lo desconocido.
Zona del aprendizaje, salimos a ampliar nuestro mundo. Modificar hábitos, observar, experimentar para aprender.
Hay que salir a lo desconocido para estar en la zona de aprendizaje. A algunas personas les apasiona y a otras les asusta. Cuando acudimos a los talleres de Paciente Activo es nuestra zona de aprendizaje la que nos impulsa a hacerlo.
Zona del pánico, es la zona de no experiencia, la zona del cambio, la de los retos.
Habitualmente salimos de la zona de confort a la zona de aprendizaje para retornar a la zona de confort. La zona del pánico nos asusta. Todo lo que hay allí es complicado y nuevo. Nuestra mente-cerebro no tiene experiencias previas. Seguro que nos haremos daño si caemos y no nos podemos levantar. Lo que ya conozco es seguro. Se produce una tensión emocional que se enfrenta a la tensión de aprendizaje que todos tenemos.
Tememos que conseguir que la motivación salga victoriosa frente a los miedos.
Lo primero es re-conocer lo que queremos cambiar en nuestras vidas. La clave para asegurarnos el cambio es aceptar el presente. No podemos cambiar lo que no existe. Cuando aceptamos que debemos cambiar nuestra actitud por una actitud más positiva para nosotros y que beneficie a nuestra vida, estamos empezando a cambiar. Nada nos impide volver a la zona de confort y añadirle más conocimiento y experiencia. Tenemos múltiples creencias limitantes que activan emociones negativas que tenemos que ignorar para cambiar. Nuestra mente no entiende el no, por lo que simplemente las ignoramos.
Lo siguiente es la motivación, cuando nos motivamos con propósitos y visiones de lo que queremos llega a ser, hacemos de nuestro mundo, un mundo diferente.
Si no nos motivamos primero, nadie lo hará por nosotros.
Seguir adelante con mis propósitos, creer posible el cambio, crearlo en mi mente, actuar de forma diferente, como lo he planeado y sostener los cambios por medio de la voluntad.
Estas son las bases de la psicología del cambio.
No juzgarnos por lo que hacemos, mirar hacia lo que queremos hacer. Tenemos que atrevernos a fallarnos a nosotros mismos y a los demás. Y si caemos, nos volvemos a levantar. Cuando las cosas no marchan como planeamos, no darnos por vencidos. Necesitamos disfrutar de lo que hacemos. A medida que perdemos miedo, ganamos confianza y somos cada vez más dueños de nuestra vida.
La vida nos enfrenta a situaciones difíciles, aunque sean cotidianas. Si no tuviéramos dificultades, nunca avanzaríamos. La vida plana no nos aporta ningún beneficio. Son necesarios las dificultades, los retos y los problemas para avanzar. Es preciso dar un giro de 180 grados a nuestro pensamiento y aceptar los retos como amigos que ayudan a que mi vida cambie.
Y sirve para todo. Cuando quiero perder peso, o dejar de fumar, o que mi familia participe en las tareas domesticas, o que mi trabajo sea más gratificante.
Reconocimiento de lo que quiero cambiar, Motivación para hacerlo, Perseverancia para continuar cuando he fallado y Pensamiento positivo porque los cambios siempre son posibles. Todo depende de la actitud
Magdalena Vázquez