Esquivando Hidratos de carbono

 

Juan Carlos Mendizabal

(O COMER FUERA DE CASA EN VERANO)

Ya estamos metidos en Junio y se nota en todo. Como a muchos el trabajo me obliga a comer cinco días a la semana fuera de casa. Unos días toca taper, otros improviso algo ligero y más o menos saludable en el office del despacho y, la mayor parte de días como fuera. Ya sabéis, el socorrido menú del día. Se me olvidaba: soy diabético.

En mi caso el tema principal es esquivar la ingente cantidad de hidratos de carbono que esperan agazapados a que me descuide y para los que parece que tengo un imán.

Es verdad que en verano el tiempo invita y ayuda haciendo que la ensalada, unos espárragos o una sopa o crema fría me lleguen a parecer una estupenda y refrescante entrada. Primer obstáculo superado… salvo que me ofrezcan ensaladilla, ¡que está tan rica y refrescante!

El problema serio viene con los segundos y sus acompañamientos: al apetecible escalope (que ya va con un rebozo rico en carbohidratos) le acompaña algo que casi siempre suelen ser hidratos: patatas en forma variada, arroz, pasta; y, rara vez, unas verduritas salteadas o a la plancha. Uno a esto el pan (cuyo primer trozo e incluso un segundo suele caer ya antes de elegir) y veo cómo se han disparado los hidratos de mi comida casi sin sentir.

El postre suelo resolverlo con fruta (ahora que apetece más y hay variedad), queso o yogur; que siempre es lo último que “canta” el camarero después de lanzar al vuelo los flanes, los brownies, los coulants, el helado y otros deliciosos venenos.

Lo cierto es que de unos años a esta parte creo que se me ha hecho algo más fácil comer fuera de casa cuando tengo que cuidar la dieta o, simplemente, quiero mantener esos hábitos saludables que tanto me han costado implantar y mantener en mi día a día.

Creo que es así debido tanto a los propios restaurantes, que intentan ofrecer cosas más saludables en sus cartas y menús; como a lo que he aprendido sobre comer saludable (que no es estar a dieta) para convivir adecuadamente con la diabetes.

He aprendido a organizar un menú bastante saludable con los tres primeros y los tres segundos del menú del día de casi cualquier restaurante (incluidos los chinos) a base de unos pocos trucos: vigilar mi tendencia a echar mano al cestillo del pan sin contar cuantas rebanadas llevo, eliminar o reducir el acompañamiento rico en hidratos (¿me cambias las patatas por unos pimientitos?), pedir dos primeros, reducir el menú a plato único el día que me voy a dedicar a los hidratos (pasta, arroces, legumbres) o cambiar el postre por un café.

En los talleres de Paciente Activo aprendemos a eso, a comer saludablemente según el estado de cada uno desarrollando pequeñas (o enormes) destrezas que nos ayudan a comer como hemos decidido que es importante comer para cada uno.

Y en caso de duda, ¡cuantas veces cierro los ojos y visualizo ese plato saludable del que tanto hemos hablado!

¡Buen provecho!

plato

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