Ya ha llegado la navidad, ya es fiesta en la “Corte”, aunque para la “Corte” todos los días son fiesta y haya algo que celebrar. Y naturalmente para ello hay que pasar por una tienda. Incluso es posible que te haya tocado la lotería.
Ya estamos metidos de nuevo en la vorágine de la procesión por los centros de la “Corte”, cada una de ellas con su misterio, repitiendo y repitiendo cada vez el mismo ritual de esto sí pero, esto no porque, esto depende para quién, una y otra vez.
Y los menús, tradicionales o innovadores, austeros o espléndidos, pero todos especiales. Por esfuerzo que no quede, las costumbres son importantes. Que no se diga que en esta casa no celebramos la Navidad como mandan los cánones, aunque para ello nos saltemos las normas dietéticas que el cuidado de nuestras cronicidades nos aconsejan. Ya vendrán los tiempos de penitencia.
Todo ello sin tener muchas veces una idea clara del “para que” lo hacemos. Incluso ni del “porqué”. Simplemente, porque es Navidad. Da lo mismo que no sepamos de donde vienen el Olentzero, Santa Claus o los Reyes Magos, por qué ponemos belenes y árboles con luces y guirnaldas de colores, la cosa es que nos metemos en tiempos de estrés para los que más tarde necesitamos tiempo de descanso.
Libros, música, cacharros informáticos, vestidos, complementos, viajes o sesiones de spa nos sirven perfectamente para hacer de rey o reina, de Olentzero o de amigo invisible. Todo es buscar algo bonito y adecuado para ejercer de ese personaje mágico que va a proporcionar felicidad a quien deseamos regalar. Quedamos bien y hasta el año que viene. ¿Recuerdas qué regalaste el pasado año? ¿Y qué te regalaron? Posiblemente, no.
Quiero hablarte de l@s amig@s invisibles, pero no de los que te traen cosas con más o menos acierto, si no de los que te regalan sonrisas, abrazos, algunas palabras cariñosas. Son “invisibles” pero les conoces, viven en un piso o en alguna residencia, generalmente son mayores, tienen enfermedades y sobre todo, están solas y cerca de ti, en tu portal, en tu calle, en tu barrio.
Tú, puedes hacerte visible para esa persona, tocar su timbre, saludarla, compartir una conversación, un paseo, un café, nada material, solo tu tiempo. La soledad es la enfermedad de nuestro tiempo en el que habitualmente abunda lo material y escasea lo espiritual. Hacemos grandes esfuerzos para regalar lo que nos sobra, cosas, y demasiadas veces somos tacaños con nuestro tiempo, que es lo que tiene valor.
Estas navidades tenemos una nueva oportunidad para ser amig@s de los invisibles, solo necesitan tu tiempo, dedícales tiempo de calidad. Recibirás un regalo inolvidable.
Felices fiestas.
Ánjel Irastorza