Hoy Fausto nos hará reflexionar sobre un tema muy importante.
Etxeko txikienak hezitzea gure ardura da, eta askotan arau desberdinak jartzen dizkiegu biharko egunean pertsona arduradunak eta askeak izateko.
Hurrengo lerroetan gure seme alaben elikaduraren heziketari buruzko hausnarketa bat egitea gustatuko litzaidake.
Osasuntsuak ez diren elikagaiak jateko orduan, edari azukredunak eta opil industrialak adibidez, arau batzuk jarri beharko genituzke.
Etxean elikadura osasuntsu bat izateko hurrengo gauzak egin ditzazkegu:
Etxeko txikienei, beraiek uler dezaketen era batean, elikagai osasuntsuak zergaitik diren osasuntsuak azaldu.
Arau desberdinak jari ditzazkegu, ohitura osasuntsuak hartzeko.
Gure lana lehenbailehen egiten badugu, errazago izango da.
“No comas con la boca abierta”
“Saluda a los mayores”
“No interrumpas mientras habla otra persona”
“Lávate los dientes antes de irte a la cama”
¿Os suenan todas estas frases? Seguro que sí. Las hemos escuchado una y mil veces de nuestros padres. Éstas y otras parecidas. Y las hemos repetido (y subrayo lo de repetido) una y otra vez a nuestros hijos.
Y si lo hacemos es porque forman parte del proceso de educación de nuestros niños. Todos los que somos padres sabemos que los pequeños de la casa necesitan pautas, normas y reglas para desarrollarse plenamente.
Nuestra labor – así lo entendemos algunos- es proporcionarles herramientas que hagan de ellos personas responsables y libres (en realidad ambos conceptos van ligados), capaces de tomar decisiones con criterio. En eso consiste la educación.
Dicho lo cual, a menudo es imprescindible repetir una serie de instrucciones para que los niños hagan tal o cual cosa. Con frecuencia, nuestra propia naturaleza nos tienta, como un diablillo en nuestra cabeza, a realizar lo menos conveniente: preferimos quedarnos en la cama en vez de madrugar, preferimos comernos un donut a un plato de verdura y preferimos quedarnos en el sofá, viendo la televisión en vez de ir a hacer deporte.
A lo largo de estas líneas quiero proponer una reflexión acerca de la educación alimentaria de nuestros hijos. Considero que es vital educarles en este ámbito (a menudo se nos olvida), y para ello hay que establecer una serie de normas, a veces restrictivas, sobre todo en cuanto al consumo de determinados alimentos, muy poco saludables, pero muy sabrosos y atractivos para los niños.
Y aquí podríamos hablar desde la comida rápida, la bollería industrial o las bebidas azucaradas. No voy a incidir en cuáles son estos alimentos porque esto sería objetos de otro u otros posts. Demos por sentado que todos conocemos con mayor o menor precisión qué alimentos son más o menos recomendables.
Y cuando me refiero a incluir unas pautas en el día a día me parece importante explicar tres ideas:
- Tenemos que explicar a los niños por qué unos alimentos son saludables y otros no lo son. A menudo nos dan pereza las explicaciones o subestimamos la capacidad de comprensión de nuestros hijos. Lo que se comprende, se asimila mucho mejor que las órdenes per sé. Lo único que debemos hacer en nuestras explicaciones es adaptar el mensaje a la edad del niño. No le contemos a un niño de seis años que el plátano es muy bueno porque es alimento rico en fibra, sino que hagámosle ver que su ídolo deportivo “X”, consume muchos plátanos y está así de fuerte. A un niño de doce años quizás sí podamos explicarle que lo que es la fibra y para qué sirve. Adaptémonos, pues.
- No tengamos miedo a las normas. No se trata de establecer un reglamento como si estuviéramos en un cuartel militar, pero las normas sirven para interiorizar, asimilar, y lo que es mejor, automatizar, las buenas costumbres. Este paradigma, desde luego, sirve para la educación infantil en su sentido más amplio, y también desde luego para la alimentación. Decirles que hay que comer una pieza de fruta a diario, acostumbrarles a probar nuevos platos (independientemente de su aspecto)o evitar la compra y el consumo de ciertos alimentos, hará que nuestros hijos adquieran buenos hábitos sin esfuerzo.
- Hagamos el trabajo cuanto antes. Los niños son flexibles (en todos los aspectos), son moldeables y es más fácil transmitirles buenos hábitos cuando son pequeños, que cuando han superado cierta edad. Suelo poner a menudo una comparación, en este aspecto: me refiero a los idiomas. Es mucho más fácil enseñarle un idioma nuevo a un niño que a una persona adulta. Con la educación, ocurre exactamente lo mismo.
Recordemos también que un niño mal alimentado, será probablemente un adulto mal alimentado y obeso. Y eso nos conducirá a problemas en nuestra salud, tarde o temprano. Así que, vale la pena invertir un esfuerzo en esta área, ¿no creéis?
Siempre he sido un firme defensor de que los adultos son, en buena medida, fruto de la educación que han recibido en su hogar. En la alimentación, también. Así que, eduquemos a nuestros hijos y enseñémosles a comer saludablemente.
Su salud nos lo agradecerá.
Fausto Sagarzazu