Gaurkoan «Ikaskuntzan nik izandako esperientziak» kontakizun laburren II. lehiaketaren 3.sarituarekin gatoz.
Hoy os traemos el 3ºpremio del II concurso de relatos cortos «Mis experiencias de aprendizaje»
Azkenaldian ez dakit zer gertatzen zaidan, gauza asko ahazten zaizkit: hitzak, tokiak, nire bilobaren izena…Mikelik nabaritzen duela uste dut.
Ez naiz gogoratzen azukrea nun utzi dudan, ezta nire lagunetaz. Hitzak ez zaizkit ateratzen eta nire etxea edo familia ez ditut ezagutzen…
Argi dago alzheimerra areagotzen ari dela.
No sé qué me pasa. Últimamente se me olvidan las palabras. Y los lugares. Y los… Casi no me acuerdo del nombre del pequeñajo de mi nieto… Ahora que lo pienso, no me sale su nombre. Mikeli ya lo ha notado, creo, porque a veces me mira rara cuando nota que titubeo.
- Kiko, ¿dónde has puesto el azúcar? No lo encuentro.
El azúcar…, el azúcar… Dónde puñetas estará esa cosa. El caso es que no tengo ni la menor idea de dónde lo puse. ¿Cuál era el lugar de esa cosa…?
- Estooo… Mujer, dónde va a ser, en su sitio…
- Ya. Eso pensaba yo, pero no está en su sitio.
- ¡Pues yo lo puse ahí mismo!
- ¿Y dónde es ahí mismo? Kiko, tenemos que ir al médico a que vea por qué olvidas las cosas.
- ¡Bah! Qué cosas tienes, esposa. A mí no se me olvida nada de eso.
- ¿Quieres que hagamos una prueba, marido? Me han dicho en el programa Paciente Activo que hay una sencilla forma de comprobar si olvidas cosas. A ver, dime qué día es hoy.
- Vaya cosa, hoy es… Dices hoy, ¿no?
- Sí, hoy.
- ¡Y por qué tengo que decirte qué día es hoy!
- Está bien, no te enfades. A ver, dime dónde está ahora Mertxe.
- ¿Mertxe? ¿Qué Mertxe? ¿Aquella tía tuya del pueblo?
- No, esa es Mirentxu. ¿Cómo es posible que no me conteste? Si se entera Mertxe de que su padre no se acuerda de ella… Esto no puede seguir así. Tengo que aprender a comunicarme con él, a calmarlo.
- Decías Mertxe… Vaya preguntas que me está haciendo. ¡Cómo voy a saber quién es esa tal Mertxe! ¡Como si nos conociéramos de toda la vida! Espera… Mertxe…, Mertxe… El caso es que me quiero acordar… Mertxe, la… No, esa es otra. ¡Ay, Mikeli, que no me acuerdo de quién es esa Mertxe! ¿Y qué le digo yo ahora?
- Bueno, bueno, no te preocupes. Tengo que salir a llevarle la comida a Mertxe. ¿Puedes dejarme algo suelto para ir a buscar el pan? Sólo tengo ahora veinte euros y no voy a ir a pagar con ese billete.
¡Vaya, ahí está esa Mertxe! ¿Y por qué tiene que llevarle la comida? ¡Pues ni que esto fuera un restaurante a domicilio! ¿Y por qué me pide ahora dinero? ¿Para ir a por…? ¿Qué iba a comprar? Espera, dinero. ¿Y dónde tengo el moredeno?
- Mikeli, coge de mi moredeno lo que necesites.
- ¿Moredeno, Kiko? ¿Qué es eso?
- ¿Qué va ser? Hoy estás un tanto ida, Mikeli. ¿Has dormido bien?
¿El moredeno? Será monedero, ¿no? Esto no puede seguir así. Lleva así un par de meses, creo, y va de mal en peor. Hablaré con Mertxe y Lolo. Habrá que hacer algo y estoy segura que desde el programa Paciente Activo nos orientarán. Es evidente que se ha agravado su Alzheimer.
La tarde envejecía lentamente. El oro viejo de los árboles alfombraba la calle por las que avanzaba el viandante. Las farolas se iluminaron repentinamente como si alguien hubiese encendido la luz de toda la ciudad y esparcieron caminitos luminosos por los vericuetos.
El hombre avanzaba y saludaba educadamente a cualquiera que se cruzaba con él. Quienes se cruzaban en su camino lo miraban sorprendidos y continuaban, volviendo de vez en cuando la cabeza interrogándose dubitativos. El solitario caminante continuó hasta que llegó a un banco entre un par de magnolios. Se sentó y se puso a leer un periódico arrugado que llevaba en un bolsillo del gabán.
- Oiga, señor -le preguntó el municipal-. ¿Qué hace aquí?
- Estoy leyendo el periódico. ¿No se puede estar aquí?
- Por supuesto. Pero usted lleva bastante más de dos horas aquí leyendo un periódico que está del revés. ¿Vive usted por aquí?
- Sí, ahí en… -el hombre miró a los dos lados de la calle-. ¡Anda, ¿dónde estoy?
- Vamos a ver, ¿cómo se llama usted?
- Me llamo… me llamo… ¿Estamos de acertijos? Pues yo no le preguntaré cómo se llama.
- ¿Tiene usted alguna identificación? -el municipal empezó a sospechar.
- ¿La qué?
- Algún documento… Deje, ya miro yo
- Tengo muchas osas en este moredeno.
- Kiko, usted se llama Kiko. ¿Tiene usted móvil?
- Perdone, ¿Qué es eso?
- Vaya, me está usted tomando el pelo. Es usted muy bromista. Bueno, venga conmigo, le acompañaré a casa.
- Es usted muy able, señor agente, pero no hace falta, ya sé ir a mi asa.
- Bueno, lo acompañaré sólo hasta la puerta. Es mi deber.
Los dos hombres se pararon frente a la puerta del tercer piso. El municipal llamó al timbre. La puerta se abrió de golpe y tres personas se arremolinaron en el descansillo.
- ¡Aita! ¡Kiko! -los gritos se sumaron- ¿De dónde vienes? Has estado todo el día fuera de casa. ¿Has visto qué hora es? Nos has tenido angustiados todo el día sin saber dónde estabas.
¿Y estos quiénes son?¡Pues vaya recimiento! ¡Ni que haya estado todo el día por ahí sin hacer nada! Las caras me suenan, pero no tengo claro quiénes son. Es una grave contrariedad no saber quiénes son.
Escuchad lo que dice la grabación del programa Paciente Activo: “Las personas que cuidan enfermos de Alzheimer deben aprender con ellos y de ellos, porque cambian de humor y estado de ánimo fácilmente, y les cuesta mucho hacer cualquier tarea. Son descuidados en su aseo y es complicado ayudarle. Es bueno establecer rutinas…”
- Consejos, sí, Lolo, pero una cosa es dar consejos y otra vivir a su lado.
- Ve a dar una vuelta con él, que se airee un poco.
- Sí, le distraerá. Aita, ¿vamos a dar una vuelta?
Pero, ¿quién es este? ¿Qué hace en mi habición? No, no es habición, ¿cómo es? ¡Esto es una pedilla! ¡Ahora ni me sallll..las pala…! ¡Pues me calll… y ya no diré más!
Y Lolo se encontró de bruces con el puro e inexorable silencio.
Ángel Mª González Mateos