Pandemia horren gorabeherak jasan ondoren, gure inguruan arazo mentalen gorakada handia nabari da. Ziur asko, gaixotasun kronikoren bat daukagunok arazo horietako batzuk izateko joera handiagoa izango dugu, eta, horregatik, ikastaroa hasten dugun honetan, adi egon behar dugu gure osasun fisikoari, mentalari eta emozionalari.
Ondo ikusi eta sentitzea gure buruaren mende dago neurri handi batean; zure gorputzean gertatzen diren aldaketa iraunkorrak, askotan, zure buruan gertatzen diren aldaketen adierazpena izaten dira.
Adimena aldatu egiten da gure gorputzean: ariketa edo mugimenduren bat irudikatzeak garuneko patroi berak aktibatzen ditu, benetan egiten denean pizten direnak, eta hobekuntza fisikoak ere eragiten ditu. Meditazioa praktikatzeak garuna aldatzen du fisikoki, eta Buruak gure ekintzak aldatzen ditu, gure bizitzan aldaketa positibo bat hasten dugun (edo ez) eta, azken batean, lortu nahi ditugun helburuak lor ditzakegun erabakitzeko ahalmena du.
Después de soportar las distintas vicisitudes de esta pandemia, se está notando un serio incremento de problemas mentales en nuestro entorno. Seguramente los que padecemos alguna enfermedad crónica podemos ser algo más propensos a sufrir algunos de esos problemas y es por ello que ahora recién comenzado el curso debemos estar atentos a nuestra salud física y también mental y emocional.
La salud mental y la salud física tienen una relación bidireccional y compleja. La Organización Mundial de la Salud define la salud, como un estado de bienestar físico, mental, y social y no simplemente la ausencia de enfermedad o debilidad. La salud no existe sin la salud mental.
EL MIEDO
Nos hemos encontrado desvalidos, carentes de suficientes certezas científicas en que apoyarnos para comprender las causas de la crisis, su posible evolución y el mejor modo de hacerle frente. En esta situación de alarma sobrevenida parece que son las voces extremas las que más gritan, y la mayoría social, casi totalmente silenciosa, permanece más desmovilizada que antes y con más miedo que nunca.
El profesor Francisco Mora, catedrático de neurociencia en la Complutense de Madrid define así el miedo: “Emoción innata que ocurre en el mundo animal y se expresa máximamente en los mamíferos incluido en hombre. Está producido por un peligro o una amenaza a la supervivencia, real o evocado por su recuerdo. En el ser humano esta emoción, gracias a los intrincados mecanismos que generan la conciencia, se eleva a sentimiento desagradable que, dependiendo de su intensidad, puede llegar a ser de terror, pánico y hasta paralizante.”
Decía Tito Livio que el miedo está siempre dispuesto a ver las cosas peor de lo que son. El miedo puede ser controlado o vencido en la mayoría de las ocasiones sino en todas.
A este propósito suele atribuirse a Albert Einstein la comparación de la mente con un paracaídas que solo funciona si se abre. Por tanto, las buenas ideas producidas en la mente de un cerebro humano son las que provocan e incitan a inventar nuevas ideas. En esto consiste la fuerza de alguna de ellas, y la debilidad de otras consiste en que inmovilizan en vez de movilizar.
NUESTRA TAREA: MOVILIZAR NUESTRA MENTE Y NUESTRO CUERPO
Vernos y sentirnos bien depende en gran parte de nuestra mente.
Lo reconozcamos o no, nuestros pensamientos, percepciones, creencias y emociones pueden hacer la diferencia entre mejorar nuestro cuerpo y gozar de salud y bienestar, o no.
Esta es la cosa: las mejoras en tu cuerpo sin mejoras en tu mente casi siempre llevan a resultados de corto plazo que no mantienes. En cambio, las mejoras en tu mente llevan a mejoras en tu cuerpo que perduran.
Visto de otra manera: los cambios duraderos en tu cuerpo muchas veces son una manifestación de cambios en tu mente.
Nuestra mente siempre está y estará con nosotros, ¿por qué no prestarle más atención? Al igual que al cuerpo, la podemos entrenar. Veamos cómo.
LA CONEXIÓN ENTRE MENTE Y CUERPO
Nuestros pensamientos y emociones influyen, para bien o para mal, en nuestro cuerpo y salud. Esto ocurre de dos maneras: de una manera directa y una indirecta. Directa: nuestra mente modifica físicamente a nuestro cuerpo. Indirecta: nuestra mente modifica nuestras acciones que a su vez modifican a nuestro cuerpo.
La mente cambia nuestro cuerpo
En el siglo XVII Descartes separó a la mente del cuerpo: la mente es intangible, no física, mientras que el cuerpo es físicamente palpable. Esta distinción sentó las bases para que la medicina tomara al cuerpo como su objeto de estudio, dejando a la mente a un lado. Pero la distinción entre mente y cuerpo es limitada.
Todo lo que surge en nuestra mente –pensamientos, creencias, percepciones y emociones– cambia físicamente a nuestro cuerpo.
Por ejemplo: Podemos disminuir señales físicas de estrés con nuestros pensamientos: recordar experiencias felices o positivas de tu vida ayuda a responder mejor ante eventos estresantes, específicamente al disminuir la secreción de la hormona del estrés, el cortisol.
Imaginar hacer algún ejercicio o movimiento activa los mismos patrones cerebrales que se encienden cuando realmente se hace, e incluso lleva a mejoras físicas. Un estudio observó que en personas que no hacían ejercicio, imaginar hacer ejercicios de bíceps incrementó la fuerza del bíceps en un 12-37% sin ningún tipo de entrenamiento.
Practicar meditación cambia físicamente al cerebro: incrementa la actividad basal de áreas cerebrales asociadas con emociones positivas y reduce el volumen de otras áreas cerebrales (la amígdala derecha basolateral) que se relacionan con menos estrés. También “enciende” genes relacionados con alentar el envejecimiento.
En otras palabras, la mente no está separada del cuerpo, sino que está enredada en él.
La mente cambia nuestras acciones
Nuestra mente influye en si empezamos (o no) un cambio positivo en nuestras vidas (ya sea hacer ejercicio, comer más verduras o dormir mejor), en qué tanto nos esforzamos y persistimos y, a fin de cuentas, en si podemos lograr las metas que nos hemos propuesto.
Jose Cepero