Joan zen udan, gure seme Kimetzek susto ederra eman zigun, eta egia esan, ez dugu erraz ahaztuko.
Egun osoan zehar egon zen arraro samar, nekatuta. Urdaila gaizki zeukan. Ez zuen afaldu, arratsalde osoan goserik gabe egon ondoren. Goizaldeko 2:00ak aldera zirenean, botaka egin zuen. . Zurbil-zurbil eta zorabiatuta zegoela, bigarrenez galdu zuen konortea. Ez zuen erantzuten. Zuzenean deitu genuen 112 telefonora. Anbulantzia berehala iritsi zen, eta bihotz-maiztasun irregularra zeukala ikusi zuten. Goizalde hartan bertan, pediatriako 2 kardiologok miatu zuten. Hurrengo hitzorduan, bihotz-maiztasunak irregulartasun bera islatzen zuen, baina ez zen larria, ez zuen tratamendurik behar. Bigarren hitzordu bat eman ziguten, jarraipena egiteko.
Kimetz ongi zegoen. Atseden hartzen dagoela, bihotzaren erritmoa kontrolatu behar du, eta azeleratuta badauka, bularraldean presioa nabaritzen badu edo berriro antzeko zerbait gertatzen bazaio, espezialistari esan behar dio. Lezio garrantzitsua ikasi du: beti-beti entzun behar diogula geure gorputzari. Hori egiteak bizitza salbatu ahal digulako.
Este verano nuestro hijo Kimetz nos dio un buen susto que la verdad nos va a costar mucho olvidar. Aún estamos con la resaca emocional por este episodio nada agradable. Sufrió un desmayo bastante importante que hizo que terminásemos en urgencias. En casa lo normal es que sea yo la que dé sustos y pise el hospital mes si mes también con analíticas, pruebas y largas esperas en esa sala en la que parezca que el tiempo no pase, pero cuando son los peques de la casa quienes sufren y tienen alguna enfermedad o problema de salud serio, el miedo se hace notar y es él quien manda. Por suerte supimos reaccionar, aunque nos dio una buena paliza pasar por todo aquello.
Pero… ¿qué le pasó a Kimetz?
A lo largo de todo el día y ya desde esa misma mañana, se sentía raro, cansado. Notaba que tenía mal la tripa, pero, como él dice, no era como cuando tienes una gastroenteritis o un virus, era una sensación diferente. A medida que pasaban las horas y el día en general, seguía sintiéndose raro con la tripa rara. Hacia la tarde no tenía hambre y por la noche no quiso cenar.
De madrugada a eso de las 2 se despertó con ganas de vomitar y notó que no podía levantarse bien porque las piernas le fallaban. Entonces vomitó. Muchísimo. Al levantarse e ir al baño para limpiarse tuvo el primer desmayo. La verdad es que se recuperó en poco tiempo. Muy pálido y algo mareado perdió por segunda vez el sentido. Nos decía que se iba, que sentía que se iba. Y vaya si lo hizo. Cayó redondo. No reaccionaba. El color que tenía a nivel general y que hiciésemos lo que hiciésemos no conseguíamos que reaccionase, nos empujó sin dudarlo a llamar al 112.
La ambulancia no tardó en venir con 2 médicos. Con las pruebas que le hicieron en nuestra casa ya se vio que su corazón tenía un ritmo irregular. Poco a poco Kimetz fue mejorando. Dejó de estar desorientado, coordinaba mejor, hablaba mejor. Y hasta que no se restableció la ambulancia no se fue. Mientras, llamaron al hospital y esa misma madrugada nos mandaron para allí para que le viesen 2 cardiólogas pediátricas. Y de nuevo esta vez con un electrocardiograma, vieron que seguía teniendo la irregularidad en el ritmo cardiaco. Por suerte estaba bien, ¡menos mal. Y le mandaron para casa con una serie de pautas y una cita para una consulta un par de semanas después con una de las cardiólogas que le vieron.
En la cita posterior de consultas externas le pesaron, le midieron la presión arterial, le hicieron un electrocardiograma y una ecocardiografía. Seguía viéndose la irregularidad, pero no es algo grave. No precisa de ningún tratamiento. Nos han dado una segunda cita para verlo 6 meses después y así hacerle un seguimiento y controlar como va.
Kimetz está bien. Es un chaval sano, no es sedentario, no tiene sobrepeso ni malos hábitos, pero eso no te exime de poder tener un problema de salud o cardíaco. Él ahora sabe reconocer las señales que durante todo aquel día su cuerpo le estuvo mandando, diciéndole que “algo” no estaba bien. Tiene que controlar cuando esté en reposo el ritmo cardíaco, si lo tuviese acelerado, si sintiese presión en el pecho o si le volviese a pasar algo parecido de nuevo para decírselo a la especialista. Si todo va bien, que lo hará, en pocos meses estará libre de citas médicas. Si no fuese así sería un control rutinario. Y lo más importante, habrá aprendido una gran lección: que nunca hay que dejar de escuchar a nuestro cuerpo. Y que hacerlo, nos puede salvar la vida.
Nagore Taboada