Azken asteetako gertaerek, guztiok dakigun bezala, gerra-agertoki batean kokatzen gaituzte Ukrainan.
Gatazka armatu horren ondorioak jasaten ari diren biktima biziak milioika dira dagoeneko. Eta, orain, humanizazioa da hainbeste basakeriaren aurrean geratzen zaigun gauza bakarra.
Orain, inoiz baino gehiago, izan behar dugu eta abian jarri behar ditugu “humaniza-akzio” txikiak, norberak dituen aukeren barruan: maitasuna, enpatia, elkartasuna, eskuzabaltasuna, beroa, harrera, laguntza, errukia … Balio horiek ezin dira ez erosi ez fabrikatu, bakoitzaren barrutik bakarrik ateratzen direlako. Utzi egin behar diegu ateratzen, besterik gabe.
Los acontecimientos de las últimas semanas, nos sitúan como todos sabemos en un escenario de guerra en Ucrania. Cuando ya parecía que la pandemia que nos lleva azotando estos dos últimos años comenzaba a remitir, la guerra y su peor cara se nos presenta de inhóspito cual terrible pesadilla. Cada mañana nos desayunamos con noticias, imágenes y opiniones en todos los medios de comunicación disponibles a nuestro alcance que nos dejan perplejos cuando menos viendo tanta violencia y sin razón humanas. Europa se prepara para la recepción en sus países de una desorbitada oleada de refugiados, en su mayoría mujeres y niños. Las agencias de las Naciones Unidas afirman que 3,27 millones de personas han huido de Ucrania desde el inicio del conflicto armado ruso el pasado 24 de febrero, lo que convierte este éxodo en la crisis de refugiados más rápida desde que el Alto Comisionado Naciones Unidas Refugiados (ACNUR) empezó a realizar sus primeros registros, en 1950.
La Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados hace referencia al refugiado como aquel que “(…) debido a fundados temores de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad”.
La Ley de Asilo 16/2003, en su art. 47 hace una especial mención a los menores al afirmar: “Los menores que hayan sido víctimas de conflictos armados recibirán la asistencia sanitaria y psicológica adecuada y la asistencia cualificada que precisen”. Y también en el art. 36 f de dicha Ley cuando garantiza a los menores refugiados: “(…) el acceso a la educación, a la asistencia sanitaria, a la vivienda, a la asistencia social y servicios sociales, a la seguridad social y a los programas de integración…”.
Dada la situación de éxodo masivo de refugiados procedentes de Ucrania ante la que nos encontramos, la Comunidad Europea ha decidido aplicar la Directiva 2001/55/CE, la cual otorga “protección temporal en caso de desplazamientos masivos por motivos de guerra, violencia o violaciones de los derechos humanos”. Esto garantiza al menos, la entrada en los países de la Unión Europea de refugiados sin límite en número.
El pasado 10 de marzo el Gobierno Vasco ha publicado el Primer Plan de Contingencia de Euskadi para la acogida de personas desplazadas por causa de la invasión de Ucrania. Es importante resaltar el carácter ético de este Plan, que hace referencia a su vez al Plan Social Vasco para la Migración suscrito el 30 de noviembre de 2019, en el cual el principio ético predominante es: “ofrecer lo que necesitaríamos recibir”. Y es aquí donde se aboga al valor de la solidaridad individual y colectiva, de ofrecer aquello que nos gustaría que nos diesen, tratar como nos gustaría que nos tratasen a nosotros.
No hay espacio para la diáspora, la política ni sus opiniones ante una situación de este calado social. Las víctimas vivas que están sufriendo las consecuencias de este conflicto armado se cuentan ya por millones. Y es ahora cuando la humanización es lo único que nos queda ante tanta barbarie. En Euskadi, al igual que en otras Comunidades Autónomas, las medidas de solidaridad no se han hecho esperar en forma de aportaciones de todo tipo: alimentos, ropa de abrigo, material sanitario, medicamentos, etc. Los niños y niñas ucranios, que desde hace años acuden a pasar sus veranos en el seno de familias vascas que de forma totalmente altruista los acogen para mejorar su salud y calidad de vida al menos de manera temporal, han sido las primeras en contactar con ellos para acogerlos sin reservas, así como muchos otros ofrecimientos por parte de familias anónimas dispuestas a ofrecerse como familias de acogida. Las secuelas psicológicas infantiles derivadas de una guerra son devastadoras. Las fracturas de los núcleos familiares, las pérdidas, los duelos no llorados por falta de tiempo cuando solo se piensa en la huida y ponerse a salvo.
Esto promete ser una carrera de fondo en la que la meta queda aún muy lejos. Las acciones humanitarias necesitarán de un gran esfuerzo por parte de todos, y se alargarán en el tiempo. Ahora más que nunca debemos ser y poner en marcha pequeñas “humaniz-acciones”, cada uno dentro de sus posibilidades. No corren buenos tiempos, pero desde luego no podemos ni debemos mirar hacia otro lado. El cariño, la empatía, la solidaridad, la generosidad, el calor, la acogida, el acompañamiento, la compasión…. Esos valores no se pueden comprar ni fabricar, porque salen solo del interior de cada uno. Solo hay que dejar que fluyan.
“Yo puedo hacer cosas que tú no puedes, tú puedes hacer cosas que yo no puedo; juntos podemos hacer grandes cosas” (Madre Teresa de Calcuta)
Izaskun Antúnez