En general, ¿cómo calificaría hoy su salud: muy buena, buena, justa, mala o muy mala? Pensarlo durante un instante porque la respuesta puede ser más importante de lo que parece. No es infrecuente encontrarnos con personas que padeciendo enfermedades graves, o que les producen limitaciones, parecen “menos enfermas” que otras personas que están diagnosticadas de enfermedades que les afectan con menos severidad. Y algunos estudios apuntan a que esta distinta manera de auto-percibir la enfermedad, o mejor dicho, la salud, puede estar relacionado con el pronóstico de vida.
Es cierto que entramos en un terreno dedicado y complicado. ¿Cómo se cataloga el sufrimiento o las limitaciones que produce una enfermedad? Nadie puede decir que las limitaciones que tiene, por ejemplo, un paciente con una EPOC que no puede ir a pasear con sus amigos, y por tanto tiene limitada su vida social es más relevante o menos que las que tiene una persona con una diabetes que le ha afectado a la vista y le imposibilita la lectura u otras labores. Todo ello depende de los valores que tenemos, de la importancia que le damos a unas cosas u otras, y de las molestias o síntomas de la enfermedad que parecemos. Pero en el fondo de la cuestión se trata más de si nos resignamos con la situación que tenemos o tenemos la motivación para mejorarla.
Nadie puede hacerlo….salvo uno mismo. Existen estudios que relacionan la auto-percepción de la salud con la mortalidad. Estos estudios miden la autopercepción con preguntas tan sencillas como la que iniciaba esta entrada. La mayoría de ellos concluyen que las personas que tienen una auto-percepción de salud “mala” tienen 2 veces más riesgo de morir que las que la consideran “excelente”.
También relacionan esa auto-percepción con diferentes parámetros como las condiciones socio-económicas, la existencia de una red social de familia, amigos o vecinos, el lugar en el que viven, etc…. Como se observa, la responsabilidad de algunas de esas variables entra dentro de las políticas de administraciones y gobiernos. No está de más tampoco una reflexión en ese sentido, pero no es ese el objetivo de esta entrada.
Lo que quería poner de manifiesto es el cambio de enfoque que supone el hecho de que los resultados de estos estudios se confirmen. Es posible que tengamos que dedicar tiempo y energía a trabajar cómo podemos aumentar la satisfacción con nuestra situación de enfermos y no solo a conseguir mejorar parámetros biomédicos. Será un trabajo multidisciplinar: en el ámbito personal, social y sanitario. No se trata de hacer “enfermos felices”, se trata de transmitir la idea de que siempre se puede mejorar y alcanzar las metas (realistas) que nos propongamos en el control de nuestra enfermedad. Y sentirnos bien por ello. Y sentir que tenemos la mejor salud posible a pesar de las circunstancias. Esto es mucho más beneficioso que un cierto “conformismo fatalista”. Porque las personas que se encuentren en el primer grupo puede que sea cierto que tengan menos riesgo de morir.
Iñaki Etxebarria