Atención plena

Tengo 8 años, es domingo y voy en el autobús la línea 9 para luego coger otro cuyo número no recuerdo que me llevará a Carabanchel en Madrid. Voy de la mano de mi madre, mi hermana gemela está conmigo también. Recuerdo perfectamente el olor del perfume de las señoras mayores  que también estaban en el autobús y cuyo olor me mareaba, no me gustaba nada, lo tengo tan grabado en la piel que le he puesto un nombre, “colonia de autobús”, cada vez que lo huelo, me evocan estos recuerdos. Nos dirigíamos al colegio que entonces había allí para los huérfanos ya que yo no tenía padre desde los 4 años. Era un internado. Me vienen imágenes de cuando bajábamos del autobús ya en la entrada del colegio, me asía con fuerza a la mano de mi madre y me pegaba a su pierna, mi hermana también, ya empezábamos a lloriquear pues no queríamos quedarnos allí hasta el viernes que venía a buscarnos para pasar el fin de semana en casa. Recuerdo como se me iba encogiendo el corazón mientras andábamos por el camino estrecho que ya en el recinto, nos guiaba hacia la puerta de entrada, no quería llorar pero no podía evitarlo, sentía que me ahogaba porque me abandonaban en un sitio donde no quería estar y desde luego no entendía porqué teníamos que quedarnos allí y no podíamos quedarnos con mi madre. No me gustaban nada las monjas que lo llevaban, me resultaban distantes y algúna incluso rayaba la crueldad, nada empáticas y por supuesto nada cariñosas que era precisamente lo que yo sentía necesitar. Parecía más bien un centro militar con normas muy rígidas.

 

Nunca hubiera sabido como se sentía mi madre si no tuviera a mi hija, Lucía, con 11 años, cada vez que tiene que irse para  un campamento, una excursión…, siento lo mismo que en el colegio interna, el mismo ahogo, la misma sensación de abandono como si no fuera a verla ya nunca más…, estos miedos vuelven a mí una y otra vez, y me cuesta un esfuerzo inmenso no trasladarselo a ella, algúnas veces lo consigo y otras veces no, aunque no me rindo.

 

Muy dentro de mi hay algo que llora, ese lugar en mi interior en el que siento claramente una herida, muy cerca de mi  corazón, en donde hay dolor, tristeza, una horrible soledad y un miedo inmenso a ser abandonada. Dejo que salgan esos sentimientos y les hablo con cariño “todo está bien, todo irá bien”…., Tengo que dejar salir todos esos sentimientos dolorosos, para poder sentir después, un soplo de paz.

 

Para poder vivir con paz, es necesario sentirla dentro, todos tenemos nuestros dramas personales, ni mejores ni peores, simplemente diferentes y todos ellos han hecho de algúna forma que seamos como somos hoy. Es importante darte tiempo para el deporte,  para alimentarte, para masticar, para reir, para perdonar, darte tiempo para estar solo, para llorar, es importante quererse, y es importante CUIDARSE, aprender a cuidarse desde dentro. Esto es lo que tratamos de ofrecer  en los talleres de Paciente Activo, tratamos de ayudarte a ver que puedes hacer mucho más de lo que crees por tu bienestar, que se puede convivir con la enfermedad haciendo un pacto de “no agresión mutua”, con sesiones como el manejo de las emociones, las técnicas de relajación, el poder de las creencias, la toma de decisiones y otras muchas de lo más interesante que todos los que lo hacemos posible, ofrecemos  desde el corazón.

 

Gracias a la vida que me dió a mi gran familia en la que incluyo a mis grandes amigos, a una madre que aún vive con una increible energía y a la que adoro, y en especial a mi hermana gemela que hizo más llevadero todo lo que aquí he narrado y que es una parte de mi tan especial, como yo misma.

 

Ani Galende

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