Estar harto es parte de tu enfermedad crónica. Es consustancial a ella e inevitable. Asúmelo ya, no pierdas tiempo.
En algún momento, o en muchos momentos, sentirás que estas harto de tener que convivir con algo que no has elegido como compañero del resto de tu vida. Y sin divorcio posible. Así que asúmelo ya, no pierdas tiempo.
Estarás harto de tener que dedicar tiempo a algo que no hace más que quitártelo. Estarás harto de tener que dedicar tanto esfuerzo a algo que no se esfuerza nada para que tú vivas mejor, sino todo lo contrario.
Estarás harto de tener que comprobar cada mañana (y cada tarde, y cada noche) cómo está el azúcar en tu sangre, o tu tensión arterial, o tu dolor crónico (o tu lo que sea) intentando imaginar cómo va a ser ese resultado según lo que hayas hecho o no, lo que hayas comido o dejado de comer, lo que hayas caminado o dejado de caminar, o lo …que sea; para constatar muchas veces que te toca empezar de nuevo, que no ha ido como esperabas, que esto no siempre funciona, que no se acaba nunca, que tal vez no vale la pena tanto esfuerzo, que estás muy harto.
Estarás harto de escuchar consejos bien intencionados e infundados sobre lo que tienes que hacer, lo que tienes que dejar de hacer, lo que tienes que tomar, lo que no tienes que tomar, lo que tienes que pensar, lo que tienes que creer… de personas que seguramente te miran, pero que sabes que no siempre ven como tú te sientes; que te oyen, pero que sabes que no siempre entienden lo que intentas decir; que te quieren, pero que no siempre saben cómo hacértelo sentir.
Estarás harto de tratamientos, de medicaciones, de análisis, de pruebas, de enfermeras, de médicos, de Osakidetza, de la cita previa, del ambulatorio, del especialista, del Paciente Activo, de la relajación y de la madre que los fundó.
Estarás harto de estar harto. Y un día (o más de uno) te dirás que se vaya a la mierda todo este esfuerzo que tan poco resultado me da y que no se va a acabar nunca. Te dirás que no vale la pena exigirte tanto, privarte de tanto, medir tanto tantas cosas si, al fin y al cabo esta maldita enfermedad sigue ahí, riéndose en mi cara.
Ese día, cuando te dejes llevar por el hartazgo, estarás empezando a perder la partida.
En cuanto sueltes las riendas de tu día a día harto de convivir con tu enfermedad, ese día ella te habrá ganado la partida. Le estarás entregando el resto de toda tu vida para que ella decida por ti cómo la vas a vivir.
Nada me va a hartar tanto como que el nivel de azúcar en mi sangre, y sólo él, determine cuál va a ser mi tipo de vida en adelante. Las decisiones de cómo vivir son mías. Nadie, y menos una enfermedad, las tomará por mí, ni con enfermedad ni sin ella.
Prefiero estar harto de todas las cosas que he ido diciendo unos cuantos días (o semanas o meses) y tener que empezar de nuevo una y otra vez a dejar la iniciativa en manos de la diabetes.
Decido yo, y la primera decisión para vivir como quiero vivir es que el nivel de azúcar en mi sangre va a ser el más cercano posible al de alguien que no tenga diabetes.
Tendré días de hartazgo, lo sé, pero serán míos, no de ella.
Juan Carlos Mendizabal