Ya he firmado

Anjel Irastorza

Desde hace tiempo era un tema pendiente. Hacerlo era algo de sentido común, responsable, positivo, no había muchas excusas lógicas, pero…….

Ese pero escondía un espero por el que desespero. Porque ya se sabe, “morirse nunca viene bien”, pero anticiparse a situaciones que pueden presentarse en el proceso de morir, sí viene bien.

Por ello y “aprovechando que ahora estamos bien” llegó el momento de pasar del pensamiento a la acción.  Ya he firmado el DVA (Documento de Voluntades Anticipadas). Y me siento más tranquilo.

El hecho ha tenido su proceso, este tipo de  cosas habitualmente no ocurren por casualidad. En primer lugar, que  los talleres del programa de Paciente Activo de Osakidetza tengan un apartado  que trata el tema de las voluntades anticipadas y las diversas formas que hay para materializarlas ya es una invitación seria a considerar el asunto.

En segundo lugar, colaborar como monitor en dichos talleres e impartir dicha materia te pone frente al dilema de preguntarte ¿y tú, porque no lo haces? Si en el taller se habla sobre el tema, será porque tiene su importancia. A mí me resultaba  poco congruente sugerir actuaciones que yo mismo no había realizado sin mediar un motivo razonable.

Y en tercer lugar, tuve la ocasión de compartir ocho meses de formación sobre el “acompañamiento en el proceso de morir” con un grupo de personas formidables, tanto docentes como participantes, que ha supuesto un salto cualitativo definitivo para vencer la resistencia a afrontar el hecho de tu propia finitud, un antes y un después.

Sé que haber participado en dicha formación en compañía de personas competentes y generosas, unas dedicadas a la medicina y otras  vinculadas a profesiones de ayuda y acompañamiento, me convierte en una especie de privilegiado, por lo que estoy muy agradecido.

Todavía el tema de  la muerte sigue siendo socialmente un  tabú, aunque cada vez más medios de comunicación están realizando acercamientos  y cada vez hay más voces en la sociedad que se hacen eco de la importancia de tener una buena muerte. Puede que el término choque, ¿Qué puede tener de bueno la muerte? nos podemos preguntar. Y no es la muerte el hecho a cuestionar, si no como llegar a ella. El proceso de cierre es la clave.

Si tanto nos preocupamos y nos esforzamos por tener y procurar para nosotros y los nuestros una buena vida desde la infancia, pasando por la adolescencia, la juventud, como pensionista, etc., ¿Qué pasa con el tramo final? ¿Qué va a pasar con nuestra vida antes del momento de la muerte? ¿Serán días “basura”? ¿Días de sufrimiento, o de serena despedida? ¿Qué podemos hacer para preparar? Tantas preocupaciones por las mil cosas que nos puede pasar (seguros, fondos de pensiones)  y resulta que para lo único cierto que nos va a ocurrir, no tenemos plan de contingencia.

Está bien dejar las cosas ordenadas, manifestar los deseos por adelantado, utilizar los medios más adecuados, (voluntades anticipadas, protección patrimonial de personas con discapacidad, últimas voluntades, etc.) especialmente para facilitar las cosas a quienes nos van a acompañar en el proceso. Y eso será parte del legado que podemos dejarles.

Por ello, preparar el “Viaje Definitivo” puede comenzar con algo simple y a la vez costoso como  planificar y manifestar nuestras voluntades, desde la libertad, la responsabilidad  y la confianza de estar contribuyendo a nuestra propia  buena muerte.

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