Oso pertsona garrantzitsuak izan arren, askotan zaintzaileetaz ahazten gara. Udara honetan bizi izan ditudan bi egoera partekatu nahi ditut zuekin.
Polikiroldegiko aldageletan nago. Elbarritasun psikologikoa duten 15-16 urte bitarteko neska mutil batzuk daude bertan. Beraien gauzetaz hitz egiten daude, eta beraiekin, zaintzaile bat dago. Abilezia haundia du taldea eramaten, goxotasunez esan beharreko gauzak esaten dizkie.
Hondartza batean nago, bero asko egiten du, eta urrutian garun paralisia duen 20 urteko mutil bat ikusten dut. Alboan bere gurasoak daude, semeari oinarrizko gauzak egiten laguntzen ari dira (ura ematen, buztitzen, orrazten…). Beraientzat ez da erraza izan behar hondartzara joatea, baina irrafar haundi batekin daude.
Egun hauetan atentzioa deitu didaten bi adibide dira. Zaintzaile asko daude, batzuk laguntza gehiago behar dute, eta beste kasuetan konpainia pixka bat besterik ez.
Biharko egunean zaintzaileak izan gaitezke, eta Paziente Bizian gai hau ere lantzen dugu.
Eskerrak eman behar dizkiogu zaintzaile guztiei eta ez gara ahaztu behar zaintzaileek ere beraien beharrak dituztela.
Durante las últimas semanas he podido observar un par de situaciones que me han recordado una figura muchas veces olvidada cuando hablamos de pacientes : me refiero al CUIDADOR.
Y sí, lo he escrito en mayúsculas con toda la intención. Os cuento las dos situaciones:
Vestuario de un gimnasio de San Sebastián.
Son las 19 horas de un martes. Me encuentro cambiándose a un grupo de chicos de una edad aproximada de 15-16 años. Observo (coincido con ellos habitualmente) que los integrantes del grupo tienen una minusvalía psíquica en mayor o menor grado. Mientras nos cambiamos escucho sus conversaciones. Hacen chistes, bromean, comentan las jugadas (al parecer juegan a baloncesto). Uno se queja por no haber jugado. Otro se siente mal por haber perdido el partido de la semana pasada. Otro está enfadado con un compañero porque no le ha pasado la pelota. Y en medio de la algarabía (hablan en tono bastante alto) de manera muy discreta, casi imperceptible, me llama la atención la figura del entrenador, o más bien del cuidador. Corrige lo que no le parece bien con dulzura, con mucha mano izquierda, pero con rigor a la vez. Anima al desanimado. Razona con quien está enfadado. Les anima a mejorar. Comenta alguna jugada aislada, alabando la habilidad que tuvieron para llevarla a cabo. Y todo ello lo hace con una asombrosa habilidad. Probablemente no sea nada fácil gestionar un grupo así, reflexiono cada vez que los veo. Qué magnífica labor la suya. Impecable
Una playa de la costa levantina.
Agosto. Hace mucho calor. Observo a poca distancia una gran sombrilla y bajo ella una silla de ruedas motorizada. Su ocupante, un muchacho veinteañero con parálisis cerebral. Apenas se mueve, y resulta evidente que no puede valerse por sí mismo hasta para las cuestiones más básicas. A su lado, los que supongo que son sus padres, una pareja de señores bien entrados en la cincuentena , pendientes en todo momento de su hijo. Le dan de beber, lo mueven de vez en cuando (entre los dos). La madre se levanta y lo peina. Al rato vuelve a levantarse y llena un cubo de agua en la orilla. Refresca a su hijo. No hay una sola mala cara. No existe un solo gesto de desagrado. Tan solo veo comprensión y muchísimo cariño. Al finalizar la mañana deciden marcharse. La silla es muy grande, y a pesar de estar motorizada, moverla tiene su dificultad. Añadamos ahora la sombrilla, las bolsas de playa y el calor. Qué difícil debe de ser para esta familia tomar una simple decisión como ir a la playa. La infraestructura es tremenda. Pero sin embargo, ahí están, con una sonrisa de oreja a oreja.
Éstos son sólo dos ejemplos de cuidadores que me han llamado la atención durante estos días. Son ejemplos de personas muy dependientes. Pero cuidadores hay muchísimos, ya sea de personas que no pueden valerse por sí mismas, ya sea de personas que no necesitan una atención constante, pero sí una supervisión continuada. Ya sean esos padres de la tercera edad. Ya sea ese familiar al que le acaban de diagnosticar una diabetes y no se apaña solo. Ya sea ese paciente que necesita compañía, que necesita un hombro donde apoyarse, que necesita compartir sus temores y sus dudas.
Pensadlo bien. Muchos de nosotros somos o seremos pacientes; es ley de vida. Pero también es cierto que muchos de nosotros somos o seremos cuidadores de otras personas.
Desde el programa Paciente Activo ésta es una cuestión que se trata con la importancia que se merece, que es mucha. Desde estas líneas hoy tan sólo pretendo recordar el papel tan importante de todas personas y aprovecho la ocasión para subrayar dos cuestiones:
- Debemos dar las gracias por su dedicación, su generosidad y su entrega a todos estos cuidadores, que día a día posibilitan que otras personas más necesitadas puedan vivir mejor. Y lo hacen entregando una de las cosas más valiosas que todos tenemos (no se puede comprar): su tiempo ¡¡Seamos agradecidos!!
- Recordemos que los cuidadores también tienen sus necesidades. También se cansan. También necesitan ser escuchados. También necesitan relajarse, divertirse y sentirse queridos. Son, muy a menudo, los grandes olvidados, y su figura se diluye en beneficio del paciente. Debemos de preocuparnos de que puedan tener un relevo en determinados momentos y de que tengan un espacio propio para sí mismos ¡¡No lo olvidemos!!
Para finalizar y resumir en tres palabras este post, os pido por favor que recordéis y apliquéis el título del mismo: cuidando al cuidador
¡¡Gracias!!
Fausto Sagarzazu